«Mamá, no tengo nada que pedir porque ya tengo todo lo que necesito aquí.» Esta frase, pronunciada por Ulises de ocho años mientras celebraba su cumpleaños a bordo del Cambombia, un barco de 50 pies, resume perfectamente el viaje que su familia ha emprendido.
Desde que zarparon antes de que Ulises cumpliera dos años, el barco ha sido su hogar, navegando junto a su hermana menor, Renata, de tres años, y su perra Lula. Sus padres, Constanza Coll y Juan Manuel Dordal, juntos por casi dos décadas, transformaron sus vidas después de un curso de timonel. Su travesía comenzó en el archipiélago de San Blas, en el Caribe panameño, con el objetivo de llegar a la Polinesia Francesa. Tras 28 días y más de 8000 kilómetros, cumplieron su sueño.
“Fue maravilloso en todos los sentidos”, comenta Constanza. La convivencia fue perfecta, nunca faltó comida y el barco, navegando a 7-8 nudos, los llevó a puerto seguro. Constanza comparte sus vivencias en Instagram, @el_barco_amarillo, donde relata con detalle cada experiencia, atrayendo a casi 100.000 seguidores. Durante las madrugadas, cuando el océano lo permitía, Constanza escribía sobre su viaje, recopilando material que ahora revive cada vez que lo necesita.
Al llegar a la isla Fatu Hiva en la Polinesia Francesa, quedaron maravillados por los paisajes de ciencia ficción: peñascos, piedras volcánicas, arcoíris y una cascada de 70 metros. Este viaje a bordo del Cambombia, diseñado por el argentino Germán Frers en 1986, fue diferente. Con ellos viajaron tres amigos, incluyendo una pareja de biólogos argentinos, Belén y Nicolás, quienes aportaron sus conocimientos en navegación y naturaleza, y Andrea, una médica con experiencia en emergencias y navegación.
La tripulación mantuvo un ritmo de navegación constante, con guardias cada dos horas. Las noches comenzaban con Constanza y Juan cuidando a los niños, seguidos por turnos de los biólogos y luego Constanza nuevamente. A bordo, disfrutaron de una dieta variada y sabrosa, abasteciéndose bien antes de zarpar y complementando con pescas en el Pacífico.
Ulises y Renata, felices exploradores, se sumergieron en la vida marina y en los paisajes tropicales de las Marquesas. Mangos, carambolas, toronjas y otras frutas llenaban su camino, creando un paraíso a su alrededor. Las islas Tahuata y Hiva’Oa fueron sus primeras paradas, y tienen seis meses para seguir explorando antes de la temporada de ciclones.
El viaje en familia fue una fiesta, especialmente para los niños que, lejos de aburrirse, disfrutaron de juegos y exploraciones continuas. Ulises siguió sus estudios a distancia y recibió clases de anatomía y biología de los biólogos y la médica a bordo. El estilo de vida nómada les ha enseñado a ser más abiertos al cambio y a confiar en el porvenir.
La experiencia en el mar reforzó su confianza y capacidad de adaptación. Su próxima meta incluye visitar las islas Tuamotu-Gambier, Samoa, Fiyi, Tonga, Australia y Nueva Zelanda, dependiendo de sus posibilidades. La economía es un factor clave; se mantienen con ingresos de recibir huéspedes a bordo y alquilando casas sustentables en Ilha Grande, Brasil.
A pesar de los altos costos en las islas del Pacífico, manejan su presupuesto con cuidado, disfrutando de frutas y pescados locales y comprando lo necesario en supermercados. Tras 45 días a bordo, Andrea regresó a Buenos Aires, mientras los biólogos continúan con la familia en el Cambombia.
Constanza y Juan, juntos desde la infancia, han cumplido muchos sueños. Desde dejar Buenos Aires y vivir en un velero, hasta navegar con sus hijos a través del océano, han superado críticas y prejuicios, siendo fieles a su sentir. Su presente es un triunfo, y están listos para explorar todas las aguas turquesas que les esperan.
Fuente: Infobae
