A pocos metros bajo las calles de Budapest, muy lejos del mar, se esconde uno de los destinos de buceo más sorprendentes de Europa: la cueva Molnár János. Bajo los históricos baños termales Lukács, famosos por sus aguas ricas en minerales, se extiende un sistema subterráneo de cuevas inundadas con aguas termales a 27 °C, que forman un paisaje casi irreal.
El acceso a esta maravilla natural pasa inadvertido entre los edificios del barrio de Rózsadomb, una zona elegante al pie de la colina Rosa. Allí, junto a un pequeño lago y un antiguo baño del siglo XIX, se abre una puerta discreta hacia un mundo subacuático de más de 5,8 kilómetros de pasadizos y cámaras de piedra caliza. La cueva, aún activa y en expansión por la acción del agua geotérmica, fue esculpida durante milenios por los mismos manantiales que alimentan los balnearios de la ciudad.

Molnár János es una de las pocas cuevas termales del mundo abiertas al buceo, aunque solo para buzos certificados en cuevas. Sus amplios espacios, corrientes suaves y aguas transparentes ofrecen una experiencia única: un viaje silencioso entre paredes cubiertas de cristales, fósiles marinos y formaciones de colores cambiantes. “Es absolutamente hermosa”, comenta Csaba Gőcze, guía de MJ Cave, la empresa local que organiza las inmersiones.
El buceo aquí exige precisión y respeto: basta una patada mal dada para que el sedimento suspendido reduzca la visibilidad a cero. Por eso, los buzos avanzan siguiendo una cuerda guía, protegiendo la claridad del agua y la delicada vida subterránea, donde incluso diminutos camarones se esconden en la penumbra.
Aún hoy, los exploradores descubren nuevos túneles y cámaras, y los científicos estudian su pureza y su evolución. Bucear en Molnár János es adentrarse en un Budapest secreto, donde la aventura, la ciencia y las aguas termales se encuentran en un mismo punto bajo tierra.
Con información de CNN
