Sillas anfibias, senderos y señalética adaptadas, alarmas lumínicas, mapas hápticos y personal especializado, entre otras herramientas, ganan terreno en los principales destinos del país como parte del desarrollo del llamado «turismo accesible», un derecho que ampara a las personas con discapacidades permanentes y transitorias para que viajen donde quieran y no donde pueden.
Los balnearios de Mar del Plata, Villa Gesell, Pinamar y Partido de la Costa, entre otros de la costa bonaerense; varios de los Parques Nacionales y otro tipo de áreas protegidas, entre los que se destacan Iguazú y Los Glaciares; Ushuaia, Puerto Madryn y Buenos Aires, tres de las ciudades que concitan atracción internacional; incluso con su menor escala Santa Rosa de Calamuchita (Córdoba), Potrero de los Funes (San Luis) y las termas entrerrianas fueron en los últimos años, y en particular este, de incorporar a ampliar la infraestructura y los servicios orientados a quienes tienen discapacidades sensoriales, motrices e intelectuales.
El reto del Estado en sus diversas jurisdicciones y de los privados es avanzar en la reversión de la barrera histórica que impidió a esas personas y sus allegados disfrutar del mar, de una puesta de sol o refugiarse al abrigo de una montaña de manera plena y en igualdad de condiciones que el resto de los viajantes y turistas.
No se trata solo de derechos consagrados por la Constitución, tratados internacionales con igual rango y leyes específicas; se trata de políticas que, al menos en las últimas dos décadas, alcanzaron el rango de Estado, al permanecer activas y ser actualizadas pese a los cambios de gestión habidos en algunos distritos.
Y también se trata de un negocio que, con la directriz e impulso públicos, gana rentabilidad y sustentabilidad, al punto de sumar propuestas en hotelería, campings, parques naturales y temáticos, por citar algunos ejemplos, en una suerte de «contagio entre privados» como acontece por ejemplo en Santa Rosa de Calamuchita, señala el director de la Red de Turismo Accesible, Alejandro López.
Uno de los lugares que López destaca por la ejecución de iniciativas accesibles es Villa Gesell, cuya directora de Turismo, Natalia Megías, señala que el propósito que guía a ese partido atlántico es «garantizar que el acceso y el disfrute» de las propuestas estivales «sea para todos, sin distinción alguna».
«Cuando llevamos adelante una política turística y una prestación en particular lo hacemos desde una perspectiva integral que abarque a todos», indica Megías, y lo ejemplifica con el desarrollo, en algunos casos con apoyo del Gobierno bonaerense, de playas accesibles, las cuales contarán este verano con una veintena de sillas anfibias -un 40 por ciento más que el anterior-, la optimización de rampas en el Centro Comercial Villa Gesell, la nivelación en veredas y calles, y la disposición de puntos accesibles a lo largo de los 60 kilómetros de frente marítimo.
«La idea es seguir ampliando la oferta accesible en todo el frente costero», consigna la funcionaria, quien precisa que los elementos municipales para uso de las personas con discapacidades, como las sillas anfibias y «espacios de sombra», son de acceso público y gratuito.
Con todo, dos de los desafíos que López marca como centrales son la todavía deficiente infraestructura para la «accesibilidad física» -rampas, agarraderas, ascensores, estacionamientos, apoyos isquiáticos, pisos táctiles, por ejemplo- en el país y el encarecimiento que algunos servicios conllevan por la utilización de guías especializados o la necesidad de apelar a hotelería adecuada para quienes tienen capacidad económica de abonarla.
Fuente: Télam