Viajar a Puerto Deseado es como abrir una página de El origen de las especies. Es volver a un tiempo en que la naturaleza dictaba las reglas, en un escenario donde la vida silvestre aún se manifiesta con fuerza intacta.
Ubicada entre la estepa y el mar, esta ciudad pesquera de Santa Cruz no es de acceso sencillo. Desde Comodoro Rivadavia, un trayecto de tres horas por las rutas 3 y 281 conduce al corazón de este rincón patagónico de historia, viento y volcanes dormidos.
Allí, entre calles tranquilas y formaciones rocosas, se revive el legado de navegantes como Magallanes, Cavendish y Darwin. El Museo Municipal Mario Brozoski conserva objetos rescatados del naufragio de la corbeta Swift (1770), y narra cómo Cavendish bautizó al lugar “Port Desiré”, nombre que derivó en el actual Puerto Deseado.
Uno de los paseos más impactantes es al Parque Interjurisdiccional Isla Pingüino. Navegar 20 km en el mar Argentino permite avistar toninas overas, delfines y aves como el petrel gigante. En tierra, los pingüinos de Magallanes conviven con una colonia de pingüinos de penacho amarillo, que se dejan ver muy cerca. Las ruinas del antiguo faro, calderas y estructuras para extraer guano suman historia a este paisaje único.

Otra excursión imperdible es por la ría Deseado, un estuario que se adentra en la estepa y que Darwin exploró en 1833. La navegación revela un ecosistema lleno de aves y pingüinos, y culmina con el atardecer reflejado en el agua, un espectáculo natural inolvidable.
Desde allí, el camino de ripio lleva al Campamento Darwin, una antigua estancia reconvertida en refugio turístico. Guanacos, choiques y, con suerte, algún puma se dejan ver en la travesía. En el casco histórico se revive la historia de José Font, “Facón Grande”, figura de la Patagonia Trágica. Y en los acantilados que rodean la ría, el visitante encuentra la piedra que recuerda el paso de Darwin.
Al caer la noche, una cueva con pinturas rupestres de más de 4.000 años habla de los primeros habitantes. El silencio, la luz de una vela y la historia vibrando en las paredes completan la experiencia. Puerto Deseado no solo se visita: se vive como un viaje al corazón de la evolución.
Con información de La Nación
