Hace más de 4.000 años, una lluvia de meteoritos cayó con fuerza sobre las llanuras del actual Chaco, marcando para siempre el paisaje y la memoria de sus pueblos. Hoy, ese sitio se conoce como Campo del Cielo, una reserva natural y cultural ubicada cerca de Gancedo, en el límite con Santiago del Estero.
Allí se hallaron algunos de los meteoritos más grandes del mundo. El más imponente, “El Chaco”, pesa 37 toneladas y solo es superado por el Hoba, en Namibia. Estos cuerpos celestes, compuestos en su mayoría por hierro, provienen del cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter y dejaron al menos 24 cráteres registrados, aunque se estima que muchos más permanecen ocultos.
La visita al predio —oficialmente llamado Reserva Natural Cultural Pigüen N’Onaxá— combina senderos al aire libre, un centro de interpretación y un museo subterráneo donde pueden tocarse fragmentos reales del espacio. La guía Viviana Gatto y otros especialistas explican no solo el impacto geológico del fenómeno, sino también su dimensión cultural.

Para los pueblos originarios moqoit, los meteoritos eran mensajes sagrados, asociados a rituales y encuentros comunitarios. Aún hoy, guías moqoit participan en las visitas especiales, que terminan bajo el cielo estrellado chaqueño, con fogones y relatos ancestrales.
Aunque alejado de los grandes centros urbanos y con caminos que aún requieren mejoras, Campo del Cielo es una joya poco conocida del turismo científico y espiritual de Argentina. Un lugar donde la ciencia, la historia y la cosmovisión indígena se unen en una experiencia inolvidable.
Con información de La Nación
