El turismo literario invita a los viajeros a recorrer los escenarios reales que inspiraron grandes obras o que albergaron a célebres escritores. Este tipo de viajes, que combina literatura y exploración cultural, ofrece una manera distinta de conocer las ciudades a través de los libros y sus autores. Aunque su auge reciente se relaciona con producciones como la serie de Cien años de soledad, en realidad este fenómeno existe desde hace décadas con rutas como el Camino del Cid en España o el recorrido de Huckleberry Finn por el río Mississippi.
Entre las ciudades más emblemáticas para los amantes de la literatura figura Bath, en Inglaterra, estrechamente ligada a Jane Austen. Allí vivió entre 1801 y 1806 y situó parte de sus novelas Persuasión y La abadía de Northanger. Los visitantes pueden recorrer el Centro Jane Austen, Milsom Street y The Pump Room, además de participar en el Festival Jane Austen, que celebra este año el 250 aniversario de su nacimiento.
En Illiers-Combray, Francia, la vida y obra de Marcel Proust marcan el pulso del turismo local. La ciudad inspiró el Combray ficticio de En busca del tiempo perdido y en su honor adoptó su nombre actual. La Maison de la Tante Léonie conserva objetos personales del autor y evoca las célebres magdalenas que simbolizan la memoria en Por el camino de Swann. También destacan la iglesia de Saint-Jacques y el restaurante La Madeleine d’Illiers.

Buenos Aires, cuna y refugio de escritores como Borges, Cortázar y Quiroga, es considerada la capital literaria de América Latina. La ciudad deslumbra por su abundancia de librerías —entre ellas El Ateneo Grand Splendid y las de la calle Corrientes—, así como por cafés históricos como el Tortoni o La Poesía, puntos de encuentro de generaciones de autores.
En Trieste, Italia, James Joyce escribió parte de Ulises durante los once años que residió allí. El Museo Joyce y un itinerario literario diseñado por el Ayuntamiento permiten revivir su experiencia en lugares que el autor solía frecuentar, como el Caffè Stella Polare y la Pasticceria Pirona.
Por último, Praga, la ciudad natal de Franz Kafka, combina su belleza arquitectónica con una atmósfera literaria única. En el Callejón de Oro se conserva la casa donde el escritor vivió, y el Museo Kafka ofrece una inmersión en su mundo existencialista. El recorrido puede concluir en el Café Louvre, donde se dice que Kafka y Einstein solían jugar al ajedrez.

Estas cinco ciudades demuestran que la literatura también puede recorrerse a pie, transformando cada viaje en una experiencia de lectura vivida.
Con información de Travel and Leisure
